CEJEM WORKING PAPER NÚM. 3:

Emoción y conflicto

Rafael Bisquerra Alzina

Catedràtic d’Orientació Psicopedagògica

Universitat de Barcelona


Introducción

Los conflictos generan emociones hasta tal punto que pueden ser un grave obstáculo para su resolución positiva. A su vez, las emociones pueden generar conflictos. Hay, por lo tanto, una interacción permanente entre emoción y conflicto. En las líneas siguientes se comentan diversos aspectos relacionados con emoción y conflicto con la intención de aportar algunas aplicaciones para la práctica. En gran medida se recogen aportaciones presentadas en otros trabajos (Bisquerra, 2000, 2008, 2009; Redorta, Obiols y Bisquerra, 2006).

Las emociones que sienten las personas que nos importan también suelen afectarnos. La cuestión de cómo debemos reaccionar de forma adaptativa es relevante, particularmente porque las situaciones emocionales pueden desenvolverse con inusitada rapidez y muestran una alta variabilidad. Esto es particularmente cierto en situaciones de conflicto.

¿Cómo debemos reaccionar ante una emoción concreta de otra persona cuya presencia estamos identificando con señales de conflicto? Naturalmente, es imposible establecer unas pautas generales de actuación suficientemente específicas para cada caso concreto. Pero esto en absoluto quita valor al hecho de aprender a gestionar las emociones que más comúnmente aparecen en las relaciones sociales.

Se denomina “regulación emocional” o “gestión de emociones” a la forma adaptativa en que manejamos situaciones de alta emocionalidad que nos afectan de manera personal y directa. De alguna manera, lo que se pretende con la gestión emocional es reconducir las emociones propias y también de la otra persona implicada.

Emoción, conflicto y relación interpersonal

Las   emociones intensas tienden a aparecer de forma particular en situaciones de conflicto. Por ejemplo, un proceso de separación o divorcio puede desatar desde profundas situaciones de tristeza hasta grandes dosis de rabia; una frustración en el trabajo puede desatar situaciones de alta agresividad. Esto es fácil de comprender y podríamos ir viendo mil ejemplos. Sin embargo, aquello que deseamos señalar aquí es que existen unas actitudes de base que configuran ciertos estilos afectivos que, si somos capaces de identificar, nos marcarán la mayoría de las reacciones emocionales.

El difícil equilibrio entre emoción y razón en las fases agudas de un conflicto tiende a desequilibrarse a favor de las emociones. De alguna manera, alzamos la voz, gesticulamos más, nos implicamos más, etc. Esto supone que pretender que los demás razonen en determinadas situaciones emocionales no es lógico, si conocemos la lógica de cómo funcionan las emociones y la vida afectiva.

En situación de conflicto en fase aguda, pero también en fases del conflicto menos agudas, la gestión de emociones es crítica y la intervención adecuada permite reconducir la situación de forma efectiva. Para comprender esto mejor, es preciso referirnos al comportamiento impulsivo.

En el comportamiento impulsivo hay un estímulo que activa una respuesta inmediata deliberación. Pasamos directamente al acto. La acción impulsiva tiende a ser rápida, súbita, imperiosa, explosiva, violenta, agresiva, inconsciente, fuera de control. Podríamos explicarlo diciendo que el triunfo del impulso implica que “primero disparas y después preguntas”.

Si alguien se nos cuela en la cola del cine y se salta el turno mientras estamos esperando, llevamos a cabo una rápida evaluación de la conducta de esa persona y pensamos rápidamente “qué maleducado.” Tal vez, si nos diéramos cuenta de la evaluación que hemos hecho podríamos tomar consciencia de la misma, lo cual nos permitiría reflexionar si esa persona no ha visto la cola o si merece la pena enfadarse por una nimiedad. De todas formas, la probabilidad de que esto ocurra así es remota, porque el proceso de evaluación y de reacción tiende a ser muy rápido y se sitúa en regiones del cerebro que operan fuera del marco de nuestra conciencia.

Este ejemplo nos introduce la idea de que frente a la acción del otro que nos provoca una emoción, caben tres momentos de intervención: a) en la primera evaluación; b) en el momento del impulso; c) en el momento de la acción.

Introducir inteligencia emocional en cada uno de los tres momentos pertenece al campo de la regulación de nuestras propias emociones. Pero además, la respuesta emocional que efectuamos va a provocar otra respuesta emocional en los demás. A partir de esta situación, cualquier conflicto puede iniciar un proceso de aumento progresivo de forma muy rápida, o bien atenuarse hasta desaparecer. La evolución del conflicto va a depender en gran medida de la respuesta inmediata que den las personas implicadas.

La respuesta emocional impulsiva, generalmente tiene una forma reiterativa de mostrarse. Algunos autores han hablado de “esquemas emocionales” para expresar la idea de que mostramos a los otros una síntesis organizada y completa  de nuestra experiencia emocional, síntesis que contiene tanto aspectos innatos, como el fruto de nuestra experiencia adquirida, donde hay una mezcla indisociable de recuerdos, ideas, expectativas, sentimientos, sensaciones, afectos, etc.

La forma en que reiteradamente nos enfrentamos a una situación de conflicto configura un patrón de conducta ante el mismo. Es posible tomar conciencia de ello. Esta toma de conciencia es el paso previo para la regulación emocional.

Principios para la regulación emocional

Algunos principios a tener presentes de cara a la regulación emocional en situación de conflicto son los siguientes:

-                     La expresión de las emociones es muy importante. Particularmente, la cara es muy expresiva y refleja muy bien las principales emociones si son suficientemente intensas. Debemos conocer y saber leer la comunicación no verbal y prestar atención a los riesgos de engaño deliberado.

-                     La neurobiología ha explicado cómo las emociones implican a todo el organismo. El cuerpo precisa un tiempo de recuperación y adaptación posteriores a la aparición de situaciones de tensión emocional.

-                     La conducta emocional se aprende como cualquier otro tipo de conducta. Podemos cambiar de conducta y conseguir que los demás cambien la suya.

-                     Todos tenemos conflictos internos que generan situaciones emocionales profundas, pero podemos desplazar nuestras inquietudes cambiando el objeto al que se dirige, ya sea nuestro miedo, nuestra ira, etc.

-                     Todas las emociones son legítimas. No podemos vivir sin emociones. Somos seres emocionales. Así pues, debemos reconocerlas, aceptarlas y respetarlas en nosotros y en los demás. Pero hay que tener en cuenta que la convivencia impone límites a la expresión de las emociones. Es decir, es necesaria la regulación emocional.

-                     Lo que nos afecta no son los hechos en sí, sino la forma que tenemos de valorar los hechos. Valoramos, interpretamos, evaluamos, etiquetamos los hechos en función de nuestro estado emocional, más que en función de uno puro racionamiento. Es decir, de alguna manera no cuentan tanto los hechos, sino el significado que tienen para mí. Evaluamos si la situación es irrelevante, positiva, negativa o incierta para nosotros y actuamos en consecuencia. Deseamos tener control de la situación. En esta evaluación intervienen el contexto, nuestras habilidades, nuestras creencias y la percepción subjetiva de la información  percibida.

-                     Tendemos a establecer las causas de la situación planteada y tenemos estilos particulares de establecer esas causas. La emoción está provocada por algo y ese algo que nos emociona, nos importa mucho.

-                     Las emociones cumplen diversas funciones, pero algunas emociones tienen un claro objetivo. Así, el miedo  pretende protegernos, la ira defendernos, etc.

-                     Las emociones nos proporcionan mucha información sobre cómo es la persona y qué le preocupa. Es un campo rico en matices para el observador atento.

-                     La empatía es una habilidad muy útil. Su desarrollo nos permite comprender a los demás de forma mucho más efectiva. Igualmente, el optimismo es una fuente de energía y tiende a estar bien valorado por los demás.

Estrategias para la gestión del conflicto

En base a los principios anteriores, se proponen a continuación algunas estrategias para la gestión de conflictos basadas en la relación entre emoción y conflicto y por tanto a partir de la regulación emocional.

El poder del silencio

Igual que hay un tiempo para hablar, hay un tiempo para callar. Nuestro silencio puede permitir a los demás vivir intensamente sus emociones y percibir que están acompañados. Sólo debiéramos dejar de callar cuando tengamos algo más valioso que el silencio que podamos decir. Generalmente, arriesgaremos menos callando que hablando. El silencio es prudente si es oportuno, es decir, si se adecua al momento. Contenerse, observar y “saber estar” puede ser una de las grandes estrategias de gestión de las emociones en multitud de situaciones emocionales y de conflicto.

La empatía

La empatía es la capacidad de sintonizar con los estados interiores de los demás. La empatía hace que los demás perciban que son comprendidos en sus más profundos sentimientos. Así, el abrazo al amigo que sufre es una expresión de compartir el dolor, que pasa a ser mutuo. Ser empático no es tanto pensar igual, como sentir igual, en una situación concreta. Cuando nos sentimos comprendidos todo es más fácil.

La asertividad

En las situaciones de conflicto suelen darse tres tipos básicos de comportamiento: agresivo, pasivo (inhibido) y asertivo. La asertividad es la capacidad de defender nuestros propios derechos sin agresividad, así como saber evitar situaciones de acción y reacción. Es no caer en la trampa de responder a una emoción fuerte con otra emoción fuerte fuera de control. La asertividad permite defender los derechos, sentirse relajado y resolver los problemas, a pesar de la existencia de situaciones emocionales complejas. Ser asertivos es una forma de ejercer control y afrontar situaciones conflictivas, particularmente ante situaciones de ira, rabia, cólera o enfado.

El poder de la palabra adecuada

Las palabras son grandes evocadoras de emociones. Así como el  tono de voz adecuado a las circunstancias tiene un poder extraordinario. Por ejemplo, el refuerzo de la autoestima en situaciones concretas, nos ofrece muchas oportunidades de usar palabras cuyo significado para los demás puede ser contundente. Únicamente  un “sí” o un “no”, que son dos letras, acumulan una fuerza devastadora en si mismas, según la situación en que sean utilizadas.

Saber perdonar

Sigmund Freud explicó muy bien desde el psicoanálisis los potentes mecanismo que tiene la mente para el olvido. También otros autores han explicado cómo perdemos información por el simple paso del tiempo. No podríamos vivir si lo recordáramos todo. Pero muchos de nuestros recuerdos están asociados a emociones muy intensas. La expresión “ni perdono, ni olvido” implica un alto nivel de resentimiento que nos perturba. Disculpar, excusar, perdonar, olvidar, no tener en cuenta la ofensa, etc., son infinidad de verbos que desde la riqueza de la lengua nos están enseñando que nos sentiremos mejor con los otros si sabemos ser magnánimos.

Gestión de la agresividad verbal

La agresividad ha sido explicada desde varias posiciones teóricas. Cada una aporta  un ángulo de visión interesante. En las situaciones de agresividad  hay que saber manejar el tiempo, eliminar instigaciones, reconstruir la experiencia, entrenarse en nuevas habilidades, tolerar cierto nivel de agresividad en algunos casos, tratar de desplazarla hacia otros objetos en otros supuestos, intervenir en las condiciones sociales fuentes de violencia, mantener el autocontrol, explorar miedos subyacentes, ser pacientes y saber usar el tono adecuado de voz. Todo esto son claves para gestionar de forma adecuadas situaciones de agresividad verbal.

Saber identificar la emoción preponderante

Una de las estrategias de mayor utilidad en la gestión de emociones es reconocer en el otro su situación emocional preponderante, lo que referido a las grandes emociones de interés básico  constituye una importante fuente de información. Es más fácil actuar cuando sabemos si una persona está triste, contenta, sorprendida o disgustada, por poner un ejemplo.

Aportar información

Muchos miedos, ansiedades, angustias y sorpresas pueden afrontarse si sabemos más cosas respecto a los objetos de temor o sorpresa. Buscar y encontrar a tiempo la información relevante puede tranquilizarnos, ayudarnos en el proceso de integrar información o cambiar el significado de los mismos hechos.

Apelar a la razón

Aunque generalmente, si las emociones son intensas, el único uso de la razón no servirá, en supuestos en los que la situación emocional no sea tan intensa, el razonamiento puede ayudar a gestionar determinadas situaciones. Hay gente que es más miedosa de lo normal o se inquieta por cuestiones nimias.

Simplemente saber estar

El acompañamiento ha estado muy estudiado para procesos de pérdida. Se sabe que estar sólo, en determinadas situaciones, es mucho más duro que estar acompañado. El saber acompañar, estar presente, permitir a los demás que vivan sus emociones, es una estrategia potente que muchas veces ayuda de forma importante en situaciones delicadas.

Conocer la función de la emoción presente

Si sentimos ira, generalmente tratamos de defendernos de algo, y si tenemos miedo normalmente tratamos de protegernos de algo. Comprender para qué sirven las distintas emociones fundamentales ayuda mucho a encontrar la manera de actuar en el sentido correcto ante la situación emocional concreta.

El poder del reconocimiento

Hay que admitir como legítimas todas las emociones. Reconocer que alguien pueda estar enfadado, triste o contento, y que quizás nosotros no hubiéramos reaccionado de la misma manera, es una manera potente de empezar a controlar una situación que tiende a desbordarse. Acoger y respetar la emoción del otro ayuda a calmar, tanto en situaciones de alta, como de baja intensidad.

Ver hasta dónde uno se implica

Las emociones tienden a ser contagiosas y ello es particularmente cierto en los grupos. En momentos de euforia pueden tomarse decisiones muy inadecuadas, lo mismo que en momentos de tristeza o de ira. Tener claro hasta dónde debemos seguir a los demás ayuda mucho a ubicarse correctamente en situaciones emocionales que generalmente serán intensas si son grupales.

Ejercer el optimismo

El entusiasmo se contagia y las actitudes positivas tienden a ser seguidas. Aportar una visión o una actitud emocional positiva puede cambiar el clima de una reunión o establecer relaciones de mayor calidad en los contextos adecuados. No es preciso ser el “eterno optimista” para que los demás puedan salir algo consolados de una situación incierta o desagradable.

Establecer el límite de las emociones ajenas

Saber establecer límites siempre es cosa delicada. Permitir que alguien exprese sus emociones es una cosa. Cuestión distinta es tener que admitir insultos o ataques a nuestra propia autoestima. Es difícil delimitar hasta donde se puede llegar. Personas con entrenamiento emocional pueden aguantar mucho más, lo cual suele ser efectivo para la solución del conflicto. Si embargo, hay situaciones en que uno se mete con el otro, sin respeto por su propia intimidad o privacidad. Encontraríamos muchos ejemplos de situaciones que es preciso saber cortar y poner límites a la expresión emocional de los demás. En la familia y en la educación este es un tema para la discusión, la toma de conciencia y la creación de modelos de comportamiento acordes con los tiempos actuales y no propios de épocas pasadas.

Comprender las atribuciones

Las atribuciones causales son fenómenos psicológicos que nos permiten ligar causas con efectos. Somos buscadores de las causas de las cosas, mientras que somos muy poco conscientes de los mecanismos que permiten encontrar las causas que nos han llevado a una situación concreta. De hecho se sabe que existen estilos atributivos y que cuando buscamos causas, tendemos a buscar responsabilidades, y que existen importantes y conocidos sesgos que inducen a error al encontrar las supuestas causas que han originado un problema. La típica expresión “no se ven los toros igual desde la barrera” nos advierte sobre un sesgo atributivo conocido. La realidad es que quien está directamente implicado en una situación, suele ver las cosas distintas respecto al observador externo.

Comprender los impulsos

La impulsividad es una reacción cuyo objeto es ganar al otro. El impulso de echarse hacia atrás ante un precipicio o el de actuar precavidamente ante lo desconocido, son actitudes adaptativas que ayudan a la supervivencia. La gente reacciona rápidamente ante situaciones que el cerebro percibe como amenazantes y lo hace de manera inconsciente la mayoría de las veces. Reflexionar y comprender situaciones emocionales súbitas permite gestionar situaciones fuera de control para reconducirlas de forma adecuada.

Descubrir el chantaje emocional

Muchas veces no somos conscientes que somos víctimas de un chantaje  emocional. Una cuestión es la legítima expresión de emociones y otra muy distinta el uso de las emociones con objetivos de influencia. En casos de chantaje emocional, a veces no se trata tanto de una expresión emocional espontánea como de un comportamiento racional disfrazado de emoción. Otras veces, ni la persona que provoca el chantaje emocional es plenamente consciente de ello. En todo caso, ante el peligro de chantaje emocional conviene adoptar comportamiento que permitan superarlo sin coste emocional. Por ejemplo la comunicación no defensiva, no sentirse influido por predicciones catastróficas y amenazas, saber salir de situaciones como “vas a arruinar mi vida”,  “si haces tal, no lo podré soportar” y otras tantas expresiones afines.

La escucha activa

Escuchar significa poner atención a lo que dice la otra persona. Es darse cuenta que detrás de cada palabra hay un mundo evocado. Es poner interés por el otro, respetar su propio proceso. No entrar tanto en los juicios como en la comprensión profunda del hablante. Es escuchar poniéndose en la misma sintonía de onda que el otro. Es no interrumpir y permitir el discurso del que habla hasta el final. Es aclarar la idea y la emoción que contiene de forma oportuna.

Saber respetar los ritmos

Todo lo valioso requiere tiempo y permitir que las cosas puedan suceder es importante. No precipitarse ni retrasarse. Encontrar el momento justo de hacer las cosas: decir una frase adecuada, regalar algo, pedir alguna cosa, etc. todo esto requiere sentido de la oportunidad. Ser oportuno supone saber ubicar la acción en el tiempo. Por poner una metáfora, no pedir que nieve en verano y esperar a la época del frío. La persona inoportuna, rompe el proceso y desorienta de manera profunda. Siempre hay que valorar la oportunidad de cualquier acción.

Ser auténtico

Ser auténtico significa ser coherente y mostrarse sincero. Saber conjugar mente y corazón (pasión y razón) con la propia conducta. La autenticidad mejora siempre nuestra credibilidad. Cuando se percibe la falsedad  (más veces de lo que nos creemos) se derrumba prácticamente todo. La comunicación no verbal predomina sobre los mensajes verbales y las contradicciones se notan.

No enjuiciar

La gestión de situaciones de alta emocionalidad mejora ostensiblemente si quien se halla bajo el impacto emocional nota que no es enjuiciado por los demás en esa situación específica. Saber respetar el momento y la situación puede ser la regla. Aceptar sin emitir juicios morales. Proporcionar confianza y consideración positiva, generar espacio y apertura, ayudan extraordinariamente a poner las situaciones emocionales bajo control.

Permitir y explorar la ambigüedad

En gestión de emociones debemos comprender que existen muchas situaciones ambiguas. Nos alegramos por una cosa y al mismo tiempo nos entristece otra. Por ejemplo, estar contento por un nuevo trabajo y triste por tener que cambiar de ciudad; estar sorprendido y no tener claro si una noticia es buena o mala, etc. Estas situaciones deben aceptarse en el rico mundo de las emociones. Saber explorar adecuadamente qué sucede es la regla que nos ayudará en estas situaciones. Eso requiere tacto y habilidad.

Valorar la comunicación no verbal

Ya sabemos que las emociones se expresan de forma particular a través del rostro. Estar atentos a los mensajes no verbales de los demás nos permite conocer el proceso. Esto ya lo hacemos inconscientemente. Pero estar atentos a este proceso y  ser conscientes de la expresión nos aporta una cantidad de información extraordinaria que debemos utilizar adecuadamente. Esto puede requerir cierta formación algo especializada, pero no necesariamente compleja.

Analizar el discurso

Muchas veces la gente nos indica verbalmente su estado de ánimo y no somos capaces de comprenderlo porque estamos centrados en nuestras propias emociones. Cuando alguien nos dice: “estaba temeroso de que ocurriera tal cosa” o “estoy celoso por…”, muchas veces no nos paramos a pensar en las consecuencias de la confesión de las emociones que está haciendo la otra persona. Analizar las palabras emocionales que utiliza el otro es una importante fuente de información para orientarse en una situación emocional compleja.

Emociones y relaciones

Las emociones pueden verse como acontecimientos que tienen lugar en un marco de relaciones interpersonales. De alguna manera podemos verlas cómo algo cuyo significado deriva del marco de la interacción. Así, lo normal y lo ritual es estar contento compartiendo con los novios su felicidad en una boda y estar triste en un entierro. Lo contrario no se entendería, porque va contra el “escenario social” en el que la emoción se desenvuelve. En otras palabras, no es que las emociones tengan influencia en la vida social, es que son la vida social misma.

En alguna ocasión podemos experimentar ira o rabia. Pero esto va unido a un juicio moral. Podemos ser tildados de iracundos si nuestro estilo afectivo así lo demuestra.

También existe un imperativo de reciprocidad en las relaciones sociales. En otros términos, la necesidad de pagar con la misma moneda una determinada actuación. Por ejemplo, la conveniencia de devolver favores prestados genera escenarios de agradecimiento. En estos supuestos, la relación social condiciona la aparición y aceptación social de emociones concretas que son a la vez expectativas en los demás.

La comunicación en el marco de la interacción sirve para reencauzar las emociones y valorar el significado. Así, no comprendemos porque está contenta una persona, si no nos explica que le ha tocado la lotería, con lo que la comunicación y, por tanto, la relación, está en la base de la emoción experimentada y es lo que nos permite que podemos comprenderla y compartirla si es el caso.

Los “escenarios emocionales” son aquellas situaciones en que la interrelación permite el desarrollo y comprensión de la acción social y de las emociones subyacentes. Desde este punto de vista y en la medida en que no estamos solos, las emociones son verdaderamente sociales.

Todo esto queda exacerbado en los grupos; particularmente en los grandes grupos. Los sentimientos y moralidad de las masas conllevan a experimentar emociones fuertes, como por ejemplo de admiración por sus ídolos. En las masas se llega a una sugestión que el comportamiento colectivo pasa a ser distinto del individual y la masa actúa emocionalmente de forma distinta a como lo haría cada persona individualmente.

La movilización de las masas requiere mensajes fuertes y sentimientos fuertes. Los fenómenos de contagio emocional son importantes y sin duda este es un campo donde se experimentan emociones colectivas. Las masas no razonan como las personas individuales: se mueven por motivos emocionales.

Los buenos oradores muchas veces apelan a los sentimientos más que a la razón, cuanto tratan de ejercer influencia en las masas. Afirmación, repetición y contagio es la regla que sigue el comportamiento colectivo y ello a partir del prestigio, que no deja de ser también una situación teñida emocionalmente por la admiración.

Fenómenos como el fanatismo, la imitación, la sugestión, el contagio emocional, la moda, los rumores, el pánico colectivo, etc. nos dan la dimensión de la trascendencia de los aspectos sociales de las emociones en la vida colectiva de los pueblos.

A modo de conclusión

Hay una interacción permanente entre emoción y conflicto. Los conflictos generan emociones y las emociones pueden generar conflictos. Es importante aprender a regular las emociones para la solución positiva de los conflictos.

El comportamiento impulsivo está presente en muchos conflictos. Este comportamiento se caracteriza por la ausencia total de regulación. Si el otro actúa impulsivamente, no es el mejor momento para solucionar el conflicto. Si es posible conviene esperar a que el clima emocional sea más favorable.

Se han presentado una serie de principios a tener presentes de cara a la regulación emocional en situación de conflicto. Esta es la base para la propuesta de un conjunto de estrategias efectivas para la gestión de conflictos desde la dimensión emocional.

Bibliografía

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